10 de agosto de 2015

La Leyenda del Conejo de La Luna



Debo reconocer que ver la luna en el cielo me parece algo maravilloso, sublime y de aquellas cosas que en cualquier momento, con solo verla por unos minutos todo lo demás pierde su importancia.

Ésta leyenda cuenta que un día el gran Dios azteca Quetzalcóatl decidió salir a dar una vuelta por la tierra disfrazado en forma humana.

Tras caminar mucho y durante todo el día, a la caída del sol sintió hambre y cansancio, sin embargo no se detuvo. Cayó la noche, salieron a brillar las estrellas y se asomó la luna en el horizonte, y ese fue el momento en que el gran Dios decidió tomar asiento para descansar, cuando observó que se le acercaba un conejo.

 Quetzalcóatl le preguntó qué estaba comiendo, y el conejo le respondió que comía zacate (pasto), y humildemente le ofreció un poco. Sin embargo, como era un Dios, contestó que él no comía aquello, y que probablemente su fin fuera morir de hambre y de sed.

Horrorizado ante tal posibilidad, el conejo se le acercó aún más y le dijo que, por más que él sólo fuera una pequeña criatura, bien podría servir para satisfacer las necesidades del Dios, y se auto ofreció para ser su alimento.

El corazón de Quetzalcóatl se ensanchó de gozo, y acarició amorosamente a la pequeña criatura. Tomándolo entre sus manos, le dijo que no importaba cuán pequeño fuese, a partir de aquél día todos lo recordarían por aquella acción de ofrecer desinteresadamente su vida para salvar otra.

Luego lo levantó alto, tan alto, que la figura del conejo quedó estampada sobre la superficie lunar. Luego volvió a bajarlo cuidadosamente y le mostró aquella imagen suya, retratada para siempre en la luna, que quedaría allí por todos los tiempos y para todos los hombres.

Por eso los conejos hoy saltan en la tierra intentando alcanzar a su héroe en la luna.

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