Había una vez una isla en la que vivían todos los sentimientos y valores de las personas. Vivían felices porque entendían las diferencias de cada uno. Un día todos los sentimientos se enteraron de que la isla se iba a hundir, entonces todos prepararon sus barcos y se fueron marchando uno a uno. El orgullo empacó sus cosas y se fue solo. La felicidad y la alegría estaban dichosas con la nueva aventura. El humor hacía chistes. La ira peleaba con todos. La gratitud antes de irse le agradecía todo lo vivido a la isla. La tristeza no hacía más que llorar. El miedo era temeroso del cambio. La esperanza les decía a todos que lo mejor estaba por venir y así todos los sentimientos manejaban la situación a su manera y emprendieron la huida.



