20 ago 2020

CUANDO ADOPTÉ A COPITO

Copito

Un perrito de raza criolla deambulaba por las calles del sur de Bogotá, estaba muy maltratado, tenía varios golpes en su carita, le faltaban algunos dientes, seguramente de algún golpe recibido, estaba en los puros huesos, sucio, temeroso con los humanos y alguien lo vio en una calle en Usme y lo rescató junto con otros perritos y lo llevó a un refugio. Luego de los exámenes médicos, le calcularon que tenía aproximadamente 4 años. Lo bañaron, lo peluquearon, le dieron medicinas para los problemas de piel, de alimentación por estar tanto tiempo en la calle. Poco a poco fue sanando, volviendo a confiar en los humanos y junto a 60 perritos del refugio comenzó una nueva vida y ya hasta tenía un nombre: Ricardito, pero fue más que nada para los archivos pues nunca se identificó mucho con ese nombre y más con tantos perritos juntos. 

Llegaban los adoptantes y todos los perritos listos para ver si ese día era el gran día que tendrían una familia. Pero siempre se iban los perritos que eran cachorros, pues los adultos casi nunca los eligen:  que ya tienen muchos años, que luego se enferman, que ya tienen mañas, que es difícil enseñarles, entre muchas cosas.  Y este perrito se fue quedando en el refugio por varios años… iban llegando más perritos y se iban…  Pasaron 3 años y él seguía ahí, esperando su momento. 

Yo quería tener un perrito y siempre decía que quería que fuera un adulto para darle techo, comida y amor hasta el último de sus días.  Una muy buena amiga me puso en contacto con una amiga y ella con otra, que ayudaba y colaboraba, de puro amor, en varias fundaciones y se había encontrado un perrito y lo tenían en un hogar de paso. Era un golden retriever ya adulto y dije listo. Llené todo el formulario de adopción y llegó el día de conocerlo. Fui a verlo, lo consentí, pregunté detalle, pero veía que la señora que lo tenía en su casa, como hogar de paso, no estaba convencida de darlo en adopción.  Obviamente me molesté porque si no estaba segura para qué juegan con mis ilusiones, al final la señora decidió no darlo en adopción y quedarse con el perrito.  Yo me puse muy triste ese día, pero pues al final dije, lo que no es para uno, no es. 

Luego la misma amiga de mi amiga me puso en contacto con otra señora muy querida Maria Elvira. Me llamó y me preguntó varias cosas acerca del perrito que yo quería adoptar. Me mando dos fotos de dos perritos que estaban en un refugio en Usme y ya eran adultos y llevaban mucho tiempo esperando por una familia.  Me encantaron los dos perritos pero uno de ellos, inmediatamente dije “parece un Copito”, pero me sentía mal de elegir a uno y al otro no, pues ambos llevaban muchos años esperando.  Finalmente elegí a Copito.  Envié el formulario de adopción responsable. Le harían la profilaxis y  me lo traerían a mi casa el lunes 29 de junio. 

Fue un encuentro hermoso, hicimos click de inmediato, pero había un proceso de adaptación entre los dos que teníamos que pasar, pues yo vivo sola y tenía que adaptarme a que iba a ser la responsable del cuidado de otra vida.  Le tenía su camita nueva que mi hermana le había comprado de regalo, un juguete, galletas y varios regalos que mis amigos me habían enviado para Copito. 

Llegó a mi casa y me miraba con sus ojitos y me derretía y me sorprendió que le decía Copito y era como si hubiera escuchado ese nombre siempre.   Al comienzo comía poco,  tal vez por desconfianza, pero siempre me hacía una mirada de agradecimiento, no sé cómo explicarlo, pero sentía eso cada vez que le acariciaba sus orejitas o le servía su merienda y aún lo siento. 

Mis hermanas vinieron a conocerlo y me causó mucha curiosidad que había mucha familiaridad, les saltaba, les batía la colita… Como en la película “La razón de estar contigo”, a veces pienso que puede ser una perrita que tuvimos hace muchos años cuando éramos adolescentes y que nos acompañó por 16 años. 

Copito se adaptó casi de inmediato a mis horarios de trabajo y yo a los de él: sacarlo tres veces al día a nivelar su hidratación. En cada paseo veo cosas nuevas, flores, árboles, caminos que tal vez sin Copito no hubiera recorrido. 

Ayer nos encontramos en el parque con mi cuñado, mi hermana y mi sobrinita que estaban sacando a Estrellita, la perrita que adoptaron hace año y medio. Mi cuñado tiene entrenada a Estrellita: da la mano, se sienta, se acuesta. Comenzó a intentar entrenar a Copito, a lo que yo no le tenía mucha fé, por la edad. Pues me sorprendió que comenzó a entrenarlo y ya ha logrado hacer que se siente para recibir una galleta.  Nunca es tarde para aprender. 

Les quería compartir esta historia que para mi es muy importante. Han sido dos meses muy felices en su compañía. Adoptar un perrito es algo maravilloso. 

Recuerdo esto a continuación que publiqué el año pasado en otro blog, que hoy confirmo más que nunca. Si nos fijamos bien los perritos nos enseñan todos los días cómo vivir:

Cuando sus seres queridos llegan a casa, dejan lo que están haciendo, se emocionan y siempre van a saludarlos.

Cuando es la hora del paseo se alegran  y nunca dejan pasar una oportunidad para ir a pasear.

Cuando van en el carro sacan la cabeza por la ventana, disfrutan el aire fresco.

Toman siestas.

Se estiran bien antes de levantarse.

Corren, saltan y juegan a diario.

Se mantienen atentos en el momento presente.

Si alguien no les cae bien no disimulan y ladran.

Les gusta que los consientan.

Evitan morder, porque saben que un simple gruñido puede ser suficiente.

Cuando ven el pasto se recuestan sobre él.

Luego de una caminata toman bastante agua.

Son leales.

Cuidan a sus seres queridos ante todo y sobre todo.

Si lo que quieren está enterrado, escavan hasta que lo encuentran

Demuestran el amor sin palabras.

Cuando tenemos un mal día se sientan a nuestro lado y nos hacen compañía.

Quizás, ser un poco más animal sería mejor que ser un poco más humano.