Eso que dicen que la vida se vive hacia adelante, pero solo se comprende mirando hacia atrás, es una de las frases más certeras que conozco. Cada cierto tiempo tengo la costumbre de detenerme a ver el pasado, a ver el camino que he recorrido y creo fielmente que el destino está detrás de todo.
Yo le llamo destino, mucha gente le llama Dios, otros Karma. Para mí, es el destino. Creo que en la vida nadie se escapa de las cosas que le toca vivir, las personas que tiene que conocer, las situaciones que tiene que atravesar, tanto las buenas como las malas, los lugares en los que tiene que estar, las circunstancias en general.
Siempre he pensando que cada persona que conocemos viene a nuestra vida a desempeñar algún papel y en la vida las casualidades no existen. ¿Por qué nos gusta aquella persona y la otra no? ¿Por qué tenemos ciertos gustos? ¿Por qué tomamos ciertas decisiones que terminaron girando el destino o llevándonos por un camino diferente al que planeamos?
Mi mamá nos contaba muchas veces la historia de cómo conoció a mi papá en 1966: Mi abuelo trabajaba en el Banco de la Caja Agraria y esa noche tenía un baile. Como era costumbre en aquellas épocas, los papás llevaban a sus hijas (os) a las fiestas. Mi mamá no quería asistir. Le dijo a mi abuela que ella se quedaba y que no quería ir. Después de mucho insistir mi abuelita la convenció, le dijo que fueran al salón de belleza para arreglarse y mi mamá les hizo prometer que iría solo un ratico y se regresaría temprano.
Llegaron a la fiesta. Sonaban los boleros y las canciones de la época, mi mamá se sentó junto a mis abuelos en una esquina, esperando que el tiempo pasara rápido. De un momento a otro, se acerca un hombre de ojos color miel, pelo negro, impecablemente vestido, muy caballero y le dice: – ¿Bailas, guapa? Mi mamá nos contaba que tan pronto sus ojos se cruzaron, fue amor a primera vista. Bailaron y conversaron toda la noche, mi mamá no quería que la noche acabara. Finalmente aquella noche terminó y cuando se despidieron, mi papá no le pidió el número telefónico.
Mi mamá al día siguiente solo pensaba en él y le comentaba a mi abuelita lo churro que era Enrique Villate Bahamón, ese hombre con el que había bailado unas horas maravillosas. Mi abuela le decía – ¿Ves? Y tú que no querías ir al baile- Pero como él no le pidió el teléfono, mi mamá pensaba que era posible que tal vez no lo volviera a ver. Solo sabía que trabajaba en el mismo banco que mi abuelo, pero nada más allá. Pasaron los días y mi mamá no podía quitarse de la mente aquella noche maravillosa… Una tarde antes de salir del trabajo, le dijeron a mi mamá que alguien la buscaba. Salió y era mi papá con un long play (disco de vinilo) y unas flores. Ahí comenzaría una gran historia de amor. Mi mamá nunca pensó que aquella fiesta a la que no quería asistir, iba a encontrar a su compañero de vida, con quien iba a formar un lindo hogar y tener unas lindas hijas… Destino.
Creo fielmente que en ocasiones otras personas actúan como instrumentos del destino para ayudarnos a caer en cuenta de ciertas cosas, a estar en el momento indicado, a la hora indicada, en el lugar que debemos estar, para bien o para mal.
Mi hermana Sandra estaba estudiando Psicología en la Pontificia Universidad Javeriana y decidió cambiar de carrera y de universidad. Entró a estudiar Ingeniería Química, en la América. Ahí conoció al que hoy es su esposo. Su carrera fue una excusa que tuvo el destino para unirlos. Ella tenía que entrar a esa carrera, en esa universidad. Hizo amistades muy importantes, pasó momentos increíbles, además que una compañera de universidad que fue una de sus amigas más cercanas en primer semestre, tenía un Primo, que terminó siendo el esposo de Lucerito, mi hermana mayor. Luego la prima se trasladó de ciudad. Como si su misión fuera unir a ambas familias. Todo tenía una razón de ser.
Hay una canción de Andrés Cepeda que me encanta, se llama "Para dar contigo" y habla precisamente de esto, de las vueltas del destino, esos caminos que, en ocasiones uno tiene que cruzar, sin saberlo para llegar a alguien.
Y claro, no siempre los caminos por los que nos lleva la vida terminan en algo bueno, pero como lo dije anteriormente nadie se escapa de lo que le toca vivir. “La vida no es meramente una serie de accidentes y coincidencias sin sentido, sino un tapiz de acontecimientos que terminan con un plan exquisito y sublime” decía una frase de una película.
En cuanto al libre albedrío, creo que decidimos cómo actuar frente a las situaciones que se nos presenta la vida, pero no la dirigimos. Es como el clima, no sabemos si va a llover o hará sol, pero sí podemos estar preparados para esas situaciones o reaccionar de una manera equilibrada ante lo que se presenta.
He tenido esta conversación en varias ocasiones con algunas personas acerca de esto y muchas veces me dicen que uno decide todo en la vida, que no existe el destino. Yo siempre digo que por ejemplo una persona podría ser el mejor profesional capacitado para x o y cargo, pero si no lo terminan eligiendo, es por algo, porque el destino tiene una injerencia más fuerte. Puede tener la voz más bonita del mundo y no triunfar. Puede ser un gran futbolista pero no llegar a las grandes ligas. Y así con muchas cosas... En la vida nada es garantía de nada. Y uno estará en los lugares donde debe estar, se abrirán las puertas indicadas. Lo único que uno puede hacer, es estar ahí, luchar por lo que quiere, hacer las cosas, pero hay algo más fuerte, que termina por hacernos entender que si algo no es para uno, no lo es.
En la India enseñan acerca de las 4 leyes de la espiritualidad y creo que tiene mucho que ver con el destino:
1. La persona que llega a tu vida, siempre es la correcta. Nadie llega a nuestra vida por casualidad. Todas las personas que nos rodean están ahí por algo, incluso las personas con las que vivimos situaciones difíciles. En cada intercambio y en cada momento, todos nos aportamos algo. En algunas situaciones somos maestros y en otras alumnos.
2. Lo que sucede, es la única cosa que podría haber sucedido. Estamos acostumbrados a pensar en lo que podría haber sido, en crear situaciones hipotéticas en las que actuamos de otra manera y, como consecuencia, obtenemos otro resultado. Esto era lo único que podría haber pasado.
3. Cualquier momento en el que algo comienza es el momento correcto. Ni antes, ni después. A veces esperamos que todas las piezas del rompecabezas estén perfectas para dar un paso y a veces sin estar todo perfecto, todo comienza a andar.
4. Cuando algo termina, termina. Creo que esta es la más compleja de estas 4 leyes. Las despedidas son difíciles, la muerte, dejar ir algo que queremos no es fácil, pero lo único cierto es que la vida, son eternas despedidas.
Tal vez todo en la vida sea cuestión de hacer las cosas que nos gustan, que queremos y dejar fluir y entender que todo pasa por alguna razón.
Hay una poesía de Francisco Luis Bernardéz, que les quiero compartir en esta mañana y habla precisamente de mirar atrás para entender el presente.
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Tal vez ... es el destino.